martes, 19 de junio de 2012

SOBRE LA RELIGION


Hace ya mucho tiempo - una linea de demarcación podría ser la nefasta (por el desarrollo de su discurso) Revolución Francesa que el odio - sí, el odio - a la Religión ha impregnado el alma de Europa. Claro está que al ser Europa un cuerpo incomprensible sin saber lo que el Catolicismo ha consolidado en su carne, el producto de esa ignorancia tan bien y tan obstinadamente contagiada por nuestra " intelligensia" y los diversos sistemas de Enseñanza, hace coherente que tanto necio inculto proclame hoy en día su negación de esa herencia excelente. No es raro que no se manifieste con tal virulencia la injuria a otras formas de adoración del Gran Misterio: ni la cobardía de los detractores ni la lejanía de esas otras creencias a lo que somos, lo permite.
Yo no soy creyente. Nunca me he atrevido a imaginar si afortunada o desdichadamente. Pero, bautizado en la Fe de Cristo, ni siquiera de niño fue mía esa fe de mis mayores, sino que siempre me he sentido llamado por otras formas de vivir y ordenar mi vida. Soy un agnóstico para quien tan impenetrable resulta esa consoladora certidumbre como la sensación de que "aquí se acaba todo", aunque me incline más por esta ultima desolación. La cantidad de testimonios que he recibido de la bondad, caridad, ayuda a nuestros semejantes, asícomo de las inmensas aportaciones al Arte, la Literatura, las Libertades individuales frente al Poder, el Derecho, la templanza, derivadas del Catolicismo; la grandeza de su consuelo para tantas desventuras en quienes creen en sus principios... todo eso no ha logrado en los sesenta años que me separan de aquel niño ya descreído que yo fui, que vibre en mi espíritu una palpitación de ese credo.
Pero lo que sí he sentido desde siempre - y en crescendo - es un respeto absoluto por lo que esas convicciones, amasadas con lo que somos desde Grecia y Roma, ha sido capaz de crear: nuestra Civilización.
Escuché una vez, de boca de mi muy querido amigo Roberto Ferruzzi, mientras disfrutábamos de un agradable Prosecco bien frío en un bar cerca de Sta. Eufemia, una historia que me parece retrata muy bien lo que religiosamente soy: Allá por 1700 y muchos, estaban celebrando la misa en San Marco, y junto a un extranjero, visitante, creo recordar que inglés, estaba
un senador veneciano. En el momento de Alzar, todos se arrodillaron menos aquel extranjero. El senador le indicó: "Por favor, le agradecería que se arrodillase". El inglés le contestó: "Yo no creo en la Transubstanciación". "Yo tampoco - dijo el senador -, pero arrodíllese".

2 comentarios:

  1. Querido José María,
    Muchas veces discrepo y discreparé contigo, sobre todo sobre tu visión del ultraliberalismo que, a mi parecer, es una forma, a duras penas civilizada, del estado de natura, de no civilización. Y por supuesto nuestra civilización – a la que no me atrevo a poner mayúscula por respeto hacia otras formas de civilización que tanto admiro como la japonesa, por ejemplo – es deudora del catolicismo, feliz síntesis de la civilización grecolatina y de la hebraica, talvez más de la primera que de la segunda. Sin ella no hay forma de entender lo que fuimos y somos.
    Sobre tu posición hacia la fe, tus palabras podrían ser las mías, tanto sobre el agnosticismo como sobre la forma en que miras a los que creen. No te quitaré ni una coma.
    Con respecto a la Revolución francesa, que no venero, – las cosas como son: fue una dictadura brutal –, le reconozco algunas virtudes ineludibles, un espíritu de libertad que también es el tuyo. Por supuesto, no pretendo decir que la libertad nació en la capital gala. Recuerda que mi pequeña isla, bajo Pasquale Paoli, antes de ser abatida por la repugnante guerra encabezada por Choiseul, dio la libertad de voto a las mujeres cuando en Francia tuvieron que esperar a De Gaulle, en 1948. Pero sì que un aire de libertad inundó Europa, los judíos ya no fueron animales que cualquier imbécil podía matar como si fuera caza menor. Por eso, no tengo vergüenza de aquel antepasado mío, Francesco María Pietri di Fozzano que, desde su lejana Córcega, hizo el viaje a Paris para participar l’Assemblée Législative Nationale de septiembre de 1791, que junto con la Plaine, el centro moderado, estuvo más cercano de l’Abbé Grégoire que de Seyés que votó a favor de la muerte de Luís XVI.
    En realidad, no diría como tú que la Revolución francesa fue contraria a la religión, sino que fue otra religión, no sólo cuando instauró este ridículo culto del Ser supremo e hizo florecer los árboles de la libertad delante aquellos nuevos sacerdotes se prosternaban, para distraer a los cristianos, sino también porque instauró un nuevo culto feroz, más fanático que todas las religiones reveladas o no, el culto de la Razón, que ciega el alma al estremecimiento ante el arte, ante el misterio, ante esa forma de entender la dilatación del tiempo en el encuentro amoroso como ante una obra de arte, un culto que intentó y sigue intentando quitarnos lo único que nos hace vibrar. La furia laica que prohibió por ley hace poco a las mujeres que llevaran un pañuelo, cuando en realidad, hace menos de un siglos, nuestras propias madres levaban una prenda parecida para oír misa o pasear por la calle, es la misma que intenta imponerse en el arte, y en la poesía en Francia.
    Algunos poetas galos, afortunadamente totalmente ignorados fuera de Francia, como Denis Roche, Jean-Marie Gleize, han pretendido eliminar el lirismo, escribir una poesía contra la poesía. Gleize que una conversación dejó claro que quería “capar a los líricos” siempre me recordará lo que Guillevic dijo de él de forma tajante: un eunuco que quiere capar a todos los que pueden.
    Este es el gran desastre de la Revolución francesa, el haber sustituido otra religión pero que se convirtió en la peste que se extendería en toda Europa.

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  2. Compañeros del metal20 de junio de 2012, 14:55

    A mis compañeros del metal:
    La vida no es como los muebles del hágalo usted mismo que vienen con prospecto y manual de construcción. Cuando nos dan la vida no nos entregan ni recetas ni instrucciones de uso, y, los hombres al encontrarse frente a la perplejidad de la muerte, el enigma del tiempo o el dolor inutil, se preguntan si tiene sentido la vida, si merece la pena vivir,que ocurre despues de la muerte.
    A esas preguntas los llamados profetas han intentado dar respuesta, siendo ésta, distinta, dependiendo del lugar geográfico donde se impartan las doctinas.
    Los que en cualquier sociedad detentaron el gobierno, pronto se dieron cuenta que un pacto entre los que tenian la autoridad de dar respuestas a esas anteriores preguntas y los que ostentaban el dominio y el uso de la fuerza daría enormes beneficios para algunos y crearía ante todo, un orden, que facilitaría una sociedad mas docil y menos contestataria.Esto en pricipio no es malo ni bueno, depende del uso o el abuso que se le de.
    La evolucion que han tenido esas doctrinas no ha sido la misma en todas las sociedades.
    Particularmente en el area de influencia del Cristianismo,heredero del pensamiento de Egipto,Israel, Grecia y Roma. La Reforma,la Ilustración y las Revoluciones Americana y Francesa dieron la posibilidad de descreer e invalidar las propuestas de creencias que durante siglos nos inculcaron.
    En su consecuencia, compañeros del metal, decidamos por nosotros mismos,no nos dejemos llevar, hagamos lo que queramos y en este tema que los compañeros nos proponen, atendamos aquel pensamiento que invocó un librepensador cuando le pregauntaron por su religión: Ejerzo mis creencias sin intremediarios.

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