sábado, 17 de noviembre de 2012

EN DEFENSA DE LA BANCA


Hay ciertas cosas que me cuesta trabajo entender, puede que porque sus premisas sean falsas y hagan chirriar mis entendederas; o quizá yo me he vuelto definitivamente imbécil a causa de la edad y los vaivenes del mundo.  Pero a pesar de lo convencido que estoy de la inmensa fuerza de la desinformación al servício del rojerío reciclado, no comprendo cómo un engaño de las dimensiones del que está moviendo a la sociedad contra la Banca, tan evidente, puede arrastrar a tanta gente.
Me gustaría que alguien me sacara de mi error, si lo es.
Porque yo veo la situación de otra forma y desde otro punto de vista. Y lo primero que me parece incuestionable es que, con esta maniobra, lo que ha conseguido el Poder es apartar la ira de su cubil legislativo, dirigiéndola hacia otro "target" que a su vez también falsea al verdadero culpable.
La falacia "base" consiste en hablar de Banca, y no de Cajas de Ahorro. Los verdaderos bancos no creo que hayan tenido demasiados problemas, y muchos de éstos habría que adjudicarlos a la presión de un Estado insaciable. Ya sabemos que la Banca no es la madre Teresa de Calcuta - ni tiene por qué serlo y, es más, qué peligroso si lo fuera -. La Banca es un negocio, y "es buena" si consigue hacer bien su negocio: ganar dinero. Si algún banco usa procedimientos fraudulentos, será asunto a juzgar por los Tribunales. Pero los verdaderos culpables de la situación de descalabro económico no son los bancos, sino las Cajas de Ahorro, entidades que habían funcionado eficaz y correctamente hasta el momento en que la gentuza política y sindical se apoderó de ellas convirtiéndolas en cómplices de sus desmanes, tanto los debidos a su incapacidad de gestores como pura y llanamente, al robo con la más absoluta impunidad.
Por lo tanto, yo invitaría a los medios de comunicación a no usar la palabra Banco y sí a centrarse en la denuncia de la actuación de las Cajas, y con ellas, a la de los poderes que las han y nos han arruinado.
También me llama mucho la atención que los responsables políticos, sindicales y de la Dirección de dichas Cajas, no sólo no estén juzgados, y presumiblemente pudriéndose en la cárcel, sino que hayan salido, como se dice, "de rositas", algunos de ellos hasta condecorados y situados en puestos de la más alta consideración. 
No. El problema de España - como los de Europa, aunque la gravedad del patrio sea mucho mayor por la existencia (creciente) de un paro inhumano e insostenible - no son los Bancos: es el Poder. Y es contra el Poder, sea el que sea, siempre que persista en la misma vil  ejecutoria, contra el que debemos rebelarnos. Pero rebelarnos sabiendo quienes son los causantes y responsables de nuestra Ruina.  
Y para terminar, si os parece, hablemos de las hipotecas, tan de moda no por ellas sino por sus consecuencias si hay impago: el desahucio, en todas las bocas últimamente, y al que los gobernantes, precisamente ahora por ser un clamor, deciden regular por las buenas, metiéndome una vez más en lo que no es suyo y sin saber si se ajustan o no a derecho. Aunque eso no creo que les perturbe mucho.
Las hipotecas es algo que libremente pactan quien presta y quien recibe, con todas sus condiciones bien aclaradas - y os aseguro que desgraciadamente sé sobre el tema más de lo que me gustaría saber -. Salvo que el prestador haya engañado al prestatario, u omitiendo información o aprovechándose de unas facultades intelectivas deficientes en éste, y en ese caso no es asuntó del gobierno sino, como debe ser en todo, de la Ley, quien firma algo debe ser consciente de a qué se obliga, y de sus consecuencias. Y de lo primero que ha de responsabilizarse es de si podrá hacer frente a sus compromisos y no sólo contando con los ingresos que pueda tener en el momento de hipotecarse (puesto que los empleos son pasajeros y Dios no les ha concedido la eternidad; por ello en la mayoría de las naciones, el alquiler supera en mucho a la propiedad). Vivir un momento de prosperidad no justifica embarcarse para un futuro desconocido en gastos que jamás hubieran sido imaginados sin dejarse voluntariamente deslumbrar por esa aparente fortuna. Y si se dejó, eso tiene un precio. No cabe duda que la actual precariedad de los ingresos en España, puede dar lugar a situaciones muy difíciles y dolorosas, y que la sociedad - no el gobierno - debe tratar de ayudar - y de hecho se está haciendo así en millones de familias -. Pero esa ayuda en casos de verdadera necesidad, debe ser lo que es, y serlo bajo el digno y altísimo nombre de Caridad: por amor, por el respeto que el ser humano merece (cuando no lo ha perdido por indeseable). Y no por marrullerías políticas que invocan derechos cuando en realidad suman votos.

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