Ha muerto Leopoldo María Panero.
De los Nueve Novísimos, algunos versos suyos, los poemas de Gimferrer y lo que anunciaban los de Azúa (la "altura" de vuelo de FARRA) era lo único que me interesaba. Y así sigue siendo.
La última vez que Leopoldo y yo estuvimos juntos, en Cosmopoética, creo que fuimos dichosos. Vivíamos - siempre fue así - en mundos Poéticos, y acaso vitales, diferentes, pero la amistad y la memoria de los viejos días de Madrid y Barcelona siempre fueron, como debe ser, más importantes que las conjeturas de cada uno.
Yo lo quería. Y alguna vez lo he puesto como ejemplo de entereza literaria, tan lejana de la absoluta mediocridad, sectarismo y sumisión a "lo correcto" donde suele moverse nuestro olvidable espacio "cultural". He dicho que teníamos formas diferentes de contemplar el Poema, pero coincidíamos en el asombro ante el relámpago. La última noche juntos me dijo de pronto: "¿Crees que hemos sido grandes?". Yo le contesté, recordando algo que respondió a la misma pregunta (pero sobre el Cine) Gloria Swanson: "No lo sé. No lo creo. Pero en todo caso es la Literatura la que se ha hecho pequeña". Soltó una carcajada más allá de la locura, se bebió la novena Coca-cola de la velada, encendió el cigarrillo 97 del día, y mirándome con esos ojos suyos de brasas heladas, me dijo: "Hemos sido amigos...¿verdad?"
Querido Leopoldo, sí, hemos sido amigos. Ahora ya has visto el color de los ojos de la Muerte. Y estoy seguro de que te has dado la lengua con ella. Queda, para nosotros, tu obra; esa obra ante la que, en muchos versos, me quito el sombrero.
Adiós, amigo.
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