jueves, 15 de noviembre de 2012
Cheek to Cheek
No hay forma de poder hablar con alguien de España - y la verdad es que los franceses también están algo inquietos - sin que la conversación derive hacia el "problema de Cataluña". Es asombroso lo conseguido por los delirios de un ceporro y la muy poco inteligente respuesta de lo que pudiéramos llamar el Poder central.
DIGRESIÓN (inicial):
Cuando yo era niño, el servicio de casa procedía de varias regiones y pueblecitos de Murcia, incluso, creo recordar, una cocinera de mi abuela era asturiana. Mi abuelo paterno era de Laroles, en la Alpujarra, y mi abuela, de Puerto Rico; mi padre había nacido en Cartagena; mi abuelo materno era de Extremadura, y mi abuela de Madrid, así como allí nació mi madre. Mis hijos tienen madre parisiense y padre español. Los negocios de mi familia ocupaban a personas de muchos orígenes peninsulares. Por los de mi abuelo paterno, estábamos muy ligados a Cataluña: la primera vez que yo pisé mi amada Barcelona tenía siete años, y acompañé a mi abuelo en varias visitas a firmas como Roca Umbert, Sans y, años más tarde, la Velera Marsall. A mi abuelo, toda mi niñez y hasta su muerte en 1958, lo llamé "avi". Entre mis maestros, fundamental para mi escritura, estaría Salvador Espriu, como estaría Pla, y muchos de mis mejores amigos y compañeros de viaje - Alberto Viertel, Victor Bloch, Alejo Vidal Quadras, Carme Riera, Pedro Gimferrer, Carlos Pujol, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral... - eran "mi" Barcelona, como lo era mi pasión por María del Mar Bonet o mis relaciones con Gabriel García Márquez. El catalán siempre me ha parecido, lo he sentido - no así otros inventos peninsulares - una Lengua, una verdadera lengua, con Literatura de siglos. Y la respeto tanto que si puedo leer sin dudas cualquier texto o participar sin problemas en una conversación, yo me expreso en español por no cometer incorrecciones.
¿Qué quiero decir con todo esto?: Pues que lo importante, lo enriquecedor, lo verdaderamente humano es la variedad, la libertad en las costumbres, que sea la vida y lo que nos va pidiendo para vivir mejor la que decida lo que tenemos que hacer. Claro que el desarrollo de nuestro mundo cada vez tiende más a la uniformidad, y por ello se hace necesario que defendamos lo que constituye nuestro ser, lo que recibimos con la leche materna, ese ámbito donde nos formamos. Común a todos los que constituyan - mientras constituyan - ese espacio mayor que sería la nación, deben ser las leyes que los protejan, la Lengua que une (esa "koiné"), el mercado único, los recursos naturales, la Justicia (y mínimas diferencias como la separación de bienes en el matrimonio, o algún fuero merecido por la tradición, no afectarían a esa unidad), Hacienda, el Ejército, las fuerzas de Seguridad, las vías de comunicación... Luego, que cada cual baile la sardana o el chotis o se emocione hasta el tuétano ante las procesiones de Semana Santa en Andalucía.
Yo lo que quiero es comer papas aliñás en Sevilla, y si voy a las Vascongadas, merluza, y ese marisco excepcional de Galicia, y no le veo sentido al salmorejo en Cadaqués o a la Cassola del troc en Jérez de la Frontera.Claro que todo está riquísimo en todos sitios - y un símbolo maravilloso de lo que somos (o hemos sido o deberíamos ser) es ese mezclarse peninsular de nuestro paladar y nuestros placeres, pero tampoco cabe duda de que lo nacido en un lugar, tuvo sus motivos y allí sabe mejor. Hasta la ropa , y la belleza de las mujeres es diferente pero todas apetitosas; como el vino y los paisajes.
Debo decir también - acaso porque no suelo moverme en ese cubil mostrenco de los nacionalistas a ultranza - que ni he tenido ni presenciado problema ninguno en Cataluña ni por el uso de la lengua que fuese ni por las insignificantes diferencias de carácter, tan sólo algunas aberraciones pero que no se debían a los catalanes sino a ucases de la hermandad en el cretinismo que los martiriza. Lo natural siempre ha sido - como en tantas cenas en la casa de Carme Riera o aquellas reuniones a las que asistí siendo niño donde se hablaba catalán o castellano indistintamente - esa maravilla, ese espejo de la Civilización (podría recordar también veladas en Venezia, Istanbul, Kyoto o Berlín, donde se entrelazaban cinco o seis lenguas, más el predominio de la koiné inglesa, y donde rara vez alguien se expresaba en la suya propia).
Y AHORA SIGO CON EL TEMA QUE ME (NOS) INTERESA:
Voy a referirme solamente a este "problema catalán" que tanto os preocupa. Por mi parte prometo que, acabado este escrito, no volveré a aguar una buena cena con mis reflexiones ni permitiré que me la perturbe nadie.
Lo primero que conjeturo es que se trata de "un problema" que sólo desasosiega a parte de esa sociedad.
El asunto muestra dos caras: la de los llamados NACIONALISTAS, ya en su bufonada SEPARATISTA. Y lo que calificáremos de CENTRALISMO, para juntar de alguna manera en ese concepto al resto de la nación española, pero sobre todo al Centro, a lo que fue "Castilla".
Por lo que yo he observado, suele haber tres clases de NACIONALISTAS:
A.- Los canallas; quiero decir, los que importándoles un rábano la verdadera Historia de su tierra ( si es que la conocen) o las consecuencias de sus apuestas ( que suelen ser suicidas), usan esas irracionales apelaciones a misteriosas identidades como una forma fácil y rápida de medrar - porque de las consecuencias de sus baladronadas ellos se ven muy lejos (y eso en el mejor caso, porque si no están lejos significa que siguen destruyendo) - cuando no para ocultar otros desmanes.
El Nacionalismo - como el Socialismo - cuando son "tibios" se limitan a perseverar en su error intelectual; los daños colaterales para la sociedad pueden ser llevaderos y sobre todo limitados en el tiempo. Pero cuando asolan como la caballería de Atila siguiendo el ejemplo Comunista, entonces ya se convierten en un peligo para la Humanidad.
Y cuando una nación se descoyunta, se convierte en caldo de cultivo para que cualquier miserable pueda alzarse con el apoyo de un pueblo desconcertado y proclive a la aberración. Yo no creo que esté tan avanzada la descomposición de Cataluña - y de España -. Creo en el buen sentido de la mayoría de la sociedad catalana, y creo que el Sr. Mas y su cuadrilla pueden sufrir un susto. Si no fuera así, todos nos lo habríamos ganado a pulso.
Recuerdo ahora una página de Borges donde cuenta alguna conversación con aquellos fanáticos pronazis argentinos que soñaban con el triunfo del Nacionalsocialismo; y dice Borges que conforme iban enardeciéndose en sus argumentos, él se dio cuenta de que "tenían miedo" de esa victoria.
Yo he tenido esa sensación viendo alguna intervención del Sr. Mas.
B.- La excesiva cantidad de jóvenes a los que se les ha inculcado en la Enseñanza, desde muy niños, y con el apoyo de la "Intelligentsia"ad hoc y los bien mantenidos medios de comunicación al servicio de esa barbaridad, una Historia y unas incompatibilidades que jamás existieron.
Conviene decir que esa labor destructora de la Verdad, mentirosa sobre el futuro y engendradora de odio y enfrentamiento con el resto de la nación, no hubiera sido posible sin la cobarde connivencia y el aliento del poder que, para entendernos, llamaremos CENTRAL.
Y C.- Los que sienten de una forma especial su mundo, sus costumbres, su lengua (en los casos que así fuera; porque gran parte de la población de Cataluña es aporte de otras tierras de España), pero sienten también - porque saben - cómo la Historia ido construyendo las naciones, y cómo se estructura - o se desarticula, si se llega a eso - una convivencia que ha sido enriquecedora dentro de ese vasto conjunto llamado España, que no se entendería sin ellos como ellos no sería comprensibles sin aquella. Quiero decir: los "leales" a lo que se "es" por nacimiento, pero conscientes de que ese "ser" no es excluyente de otras lealtades y afinidades y que donde mejor madura y se ennoblece y fecunda y es fecundado su existir es precisamente en una visión cosmopolita del discurso humano.
Veamos ahora a los que hemos denominado CENTRALISTAS. Estos a su vez agrupan varias categorías:
A.- La misma ralea de canallas, aunque de signo e intereses opuestos. También suelen ignorar la verdad de la Historia de su nación, y lo único que hacen es cargar su escopeta con los rencores por lo que imaginan que fue España antes de su "decadencia" y sobre todo antes del destazamiento de estos últimos años. En el poso de su fobia no hay sino deseo de continuar siendo Quien-Manda-en-Todos. Al igual que los Nacionalistas, como verdaderamente poco tienen a qué agarrarse en la realidad de los hechos, también apelan miserablemente a lo irracional y tribal aferrándose a la ficción de una "identidad" no menos falsa que la de aquellos.
B.- Los que ignoran - aunque no lleguen a la vileza de los A - que una nación es la suma por agregación (y voluntaria) de culturas diferentes decantadas en una aventura común que a todas las mejora pero respetuosa con las diferencias "aceptables".A muchos de estos les oigo decir, más con hiel que con amargura, refiriéndose a los catalanes: "¡Pues sí quieren irse, que se vayan!"; lo que no es tan fácil, porque ni la mayoría de los catalanes quiere "irse " ni es posible hacerlo en el mundo en que vivimos. También parecen ignorar que España no sería la misma - esto es: No Sería - sin ese pedazo entrañable y que la ha constituido desde hace tanto y con tantas aportaciones fundamentales culturales, políticas y económicas. La ventaja de estos B es que no son peligrosos.
C.- Coinciden en mucho con los C del capítulo NACIONALISTAS. Como es natural, no sienten tan suyo el caudal de tradiciones, lengua, etc, un poco diferentes, pero sí son conscientes del derecho que a todo pueblo le cabe de amar lo que quiera amar. Como este apartado suelen componerlo personas más inteligentes y cultas y sosegadas, entre ellas y los Nacionalistas C pueden y suelen llegar acuerdos notables de prosperidad para todos.
Y ahora hay algunas cuestiones que me gustaría reflexionar un poco sobre ellas.
Está el tema de la Lengua. Sobre éste creo - o yo no conozco ejemplos - que una lengua jamás ha significado ni construido una nación. Son las agrupaciones humanas las que deciden por su conveniencia en que koiné comunicarse. La lengua de una nación es posterior a la nación. Y la falacia de pretender fundar una tribu exclusiva sobre un idioma no es imbecilidad menor, pero sí muy peligrosa, que determinarla por el color de la piel, no sé qué de la sangre o qué Dios tutelar. Han existido (y existen) naciones diferentes que comparten una lengua, como naciones perfectamente definidas y "muy centralizadas" cuya población desconoce en su mayoría la lengua "oficial" (por no citar otras, Francia, que llega a la Revolución de 1789 con sólo un doce por ciento de sus habitantes que pudieran manejarse en francés). Y tampoco las lenguas son eternas. Evolucionan, nacen y mueren; y ese discurso tampoco tiene que ver con su "calidad". El Latín, la más excelsa, con el Griego, madre de todo, acabó, y su herencia nos ha formado; pero nadie habla ya latín salvo algunos estudiosos. No se impone una lengua por su excelencia solamente, ni porque nadie lo decida, sino porque la Historia va convirténdola en la más necesaria. Hoy, por ejemplo, si uno habla en español - y se trata de una lengua que habla medio mundo -, se da cuenta de que no es suficiente; es "necesario" que pueda también comunicarse en inglés. Qué decir entonces de quienes pretenden recluirse en idiomas minoritarios. A mi entender, un catalán - y es lo que normalmente yo me encuentro en Cataluña, entre gente civilizada - debe hablar perfectamente en español, después, como segundo y extraordinario comunicador, en inglés, y por último, si le place, en catalán.
Y sin duda, bien orgullosos - como yo me siento, pues toda la Literatura, y cuánto más una de las de España, son mías - deben sentirse los catalanes de lo escrito en sus tierras, ese regalo magnífico. Porque tiene solera, es hermoso fonéticamente, trae al tesoro común los matices de su sensibilidad, de su forma de ver el mundo, de sentirlo.
Como la Literatura en castellano, es un reflejo de nuestra Historia, con elecciones - cuando son las del puro gusto artístico - que toman ésta o aquella lengua por su idoneidad para el género o el momento. Pienso en Alfonso el Sabio, que amaba el gallego como medio de expresión poética. Pienso en cómo se impone el castellano desde finales del siglo XI, para la épica (ahí está el MÍO CID). Y en cómo conviven castellano y gallego según se trate del sonar de la batalla o de más líricas demostraciones, hasta que ya con el Arcipreste, mediado el XIV, el primero gana la partida. Y pienso que al mismo tiempo ya los reyes de Aragón y los Condes de Barcelona habían gobernado su Imperio Mediterráneo en catalán, y pienso en las HOMILIES D'ORGANYÀ, y en cuanto viene de la Langue d'Oc, y en esa consagración de una Lengua que es el LIBRO DE MARAVILLAS de Ramón Llull, y en Muntaner, y el Cardenal Margarit, y en LO SOMNI de Bernat Metge. Pienso en esa lengua que sería el Catalán recibiendo a su vez toda la riqueza carolingia y la de los trovadores de más allá de los Pirineos. ¿Y ese extraordinario siglo XV, esa Corte de Juan II de Aragón, la muy cosmopolita de Alfonso el Magnánimo, donde se escribía sobre todo en castellano; el CANCIONERO DE STÚÑIGA? Pienso en la plenitud absoluta de Auiziás March.
Después... Hay discontinuidades, como en lo escrito en castellano, en español - recordemos la decadencia del XVIII (aunque ahora se quiera ver algún destello en Cataluña) y los espacios en blanco anteriores. Y después... el ahínco en el resurgir del catalán actual en el XIX: la GRAMÁTICA de Pau Ballot, Pompeu Fabra, la ODA A LA PATRIA (MA PÀTRIA titula él) de Arribau, la obra ordenadora de Milà y Fontanals, y Verdaguer, y Prat de la Riba... Etc.
Bien. ¿Y qué? Todo eso lo único que justifica es el amor por una hermosísima lengua, deseo de aprenderla, de gozar con sus obras; pero ni más ni menos que lo que podemos sentir por disfrutar o no del alemán, el árabe, el anglosajón, el chino o el japonés, incluso de alguna antigua lengua africana. Vaya cada cual allá donde su inteligencia y su facilidad para los idiomas se lo permita.
El catalán, siendo tan nuestro, tan ligado a lo que nos ha formado, debería despertar el interés de muchos.
Pero a lo que yo me refiero cuando hablo de la jerarquía de la "necesidad" es a la prioridad vital de una sociedad. Y hoy, en 2012, en este mundo donde hemos de movernos, con el sano - y espero que imparable - caminar hacia mercados libres y sociedades abiertas, en la indefectibilidad de una Koiné, el catalán tiene poco que hacer y es malvado hacer perder el tiempo, obligatoriamente, a nuestra juventud en su aprendizaje.
También me gustaría razonar sobre algo que constituye motivo de diferentes interpretaciones, y que como cabe pensar, no todas pueden ser ni verdaderas ni "razonables"; y me refiero a la Historia de España. No la que se enseña en nuestro abominable y polimorfo sistema(s) de Enseñanza, sino la que verdaderamente nos ha formado.
Vamos a ver. Yo creo que Ortega y Gasset llevaba razón cuando, comentando a Mommsen, decía que una nación - y por supuesto un Imperio - es un vasto sistema de "incorporaciones". Esto ya de entrada nos trae un aire refrescante de claridad cosmopolita frente a cualquier planteamiento cateto.
Con respecto a España, si trazamos un plano con flechitas que nos vayan indicando la juntura de los diversos reinos que surgieron en la lucha contra el Moro, es aleccionador ver cómo progresivamente van confluyendo e integrándose estos poderes, hasta llegar a esa bicefalia ejemplar de los Trastámaras (dos reinos pero una sola dinastía) - Castilla y el reino CatalanoAragonés - que inmediatamente se fundirán
en ese único rostro de España que son los Reyes Católicos, el gobierno mancomunado de Isabel y Fernando.
En ese proceso, sin duda fue Castilla, su inmensa “energía” afilada en la Reconquista, la que atrajo esa serie de "incorporaciones", la mayoría coherentes, afines. En lo que se refiere a la actual Cataluña, acordaos de que ya para el gran Jaime I el Conquistador lo único existente era España, y si eso lo pensaba alguien como él... Ya habían tenido ese buen sentido las tribus primitivas que se enfrentaron a Roma, pero que en cuanto comprendieron lo que Roma era, fueron los más decididos aliados en la romanización de la Península. Como extraordinario es que esa España que une a las Españas, más que a Isabel, se debe a las altísimas miras de quien era el heredero de Aragón, aquel político sin igual que fue Fernando (miras para las que tuvo que aplacar algún aldeano lamento). Y esa España inteligente, decidida, unida en un destino común y el glorioso sueño de la Conquista de América, llevará una Civilización superior más allá de los mares y una Lengua - el castellano, ya el español - a un dominio entonces universal. No es posible separar la Unidad de España de ese sueño colonizador, de ese sueño civilizador donde el filo de las espadas - como he escrito en alguna ocasión - no sólo aseguraba el poder, sino que en ese filo brillaban Aristóteles y las Leyes, Chartres y lo que sería Europa. Y en ese sueño participaron hombres de todas las tierras españolas. Así cómo en las venas de Castilla latía sangre vasca y cántabra, marinos del Norte, guerreros de Extremadura, andaluces y valencianos navegaron en barcos construidos en muchas regiones y clavaron con orgullo el nombre de sus comarcas y pueblos en aquellas lejanías que incorporaron al Mundo.
Como escribe Vicens Vives, los Reyes Católicos ofrecieron a los pueblos de España iguales oportunidades en esa nueva Unidad ( sobre todo el Rey Fernando, que además proseguiría el no menos importante sueño de la Mediterraneidad, otro destino español). Y esa España es el fruto de la fortaleza "de alma" de Castilla y la sabiduría mercantil y política de Cataluña y la Corona de Aragón.
Después vendrían malos tiempos, vientos contrarios debidos al mal gobierno, y cuando España vaya hundiéndose en su decadencia - pienso en Felipe V (aunque ya viniera de antes) y Olivares - y ese Sueño viejo - ¡Cómo se siente en el QUIJOTE! - vaya desvaneciéndose y la Corona, ese Centro, dejando de "integrar", es cuando Cataluña empieza a poner en entredicho los límites de ese poder central. Y a eso, el Centro responde como quien ya es "Otro", y cincha en lugar de dialogar, impone. Cataluña irá configurando su rebeldía , y con aliento y apoyo de Francia, en 1639-40 firmará con sangre esa disociación. En ese momento, el Centro, ciego, se atemoriza, y con Carlos II devuelve a Cataluña privilegios que, sentidos hijos de ese miedo y esa incapacidad de gobierno, alienta los rencores no menos ciegos de algunos catalanes, y los lleva a secundar a Juan José de Austria en 1669. La Guerra de Sucesión, con una Cataluña sostenida en su deriva por los enemigos de los Borbones, lleva a otro signo de debilidad del Centro y a Felipe V - ¡y Felipe sí era un fiero heredero de la tradición centralista de Francia! - a presentarse como garante de las libertades catalanas. De todas formas el proceso de desintegración estaba avanzado, y con el apoyo de Inglaterra, presta a debilitar a los Borbones sosteniendo al Pretendiente, fuerzas catalanas incluso ocupan Barcelona declarándola Capital de "la otra España"- ¡Aún España! - . Cuando tropas "centristas" derroten al Pretendiente en Brihuega, Barcelona caerá y Felipe V podrá dar rienda suelta a su política tan opuesta a la de los Reyes Católicos y la verdadera tradición española. Desde ahí se cuece el "catalanismo", que reforzarán los decretos de Nueva Planta que vulneraban los fueros de la Corona de Aragón.
Hasta aquí lo que vemos es la crónica de una desavenencia, pero digamos que como tantos desacuerdos matrimoniales, acaso hubiera podido solventarse con cordura. Porque si se plantean discordias, aún lo es dentro de un marco lo suficientemente común, y de hecho, el levantamiento de 1822 no será "Catalanista" - como no lo serán los alzamientos Carlistas- sino antiliberal y en consecuencia "Realista", esto es: de apoyo al Centro; como toda la primera mitad del siglo XIX no dejará Cataluña de reforzar sus lazos con Madrid en beneficio de sus intereses algodoneros.
Conviene meditar en que si la burguesía catalana se opuso a Espartero y sus aperturas "liberales", no lo hizo por catalanismo, sino precisamente por "reaccionaria". Es el bombardeo de Barcelona en 1842 lo que hizo bascular los sentimientos hacia la idea de que tratar con el Centro era tratar "con Otro". Ese sentimiento se modera a lo largo de la segunda mitad del siglo cuando Cataluña va convirtiéndose en el faro de recepción del éxodo de otras regiones con menos posibilidades de una vida aceptable, a lo que tanto colaboró el desarrollo del ferrocarril.
Es probable que los agravios, reales e imaginários, del inmediato pasado, unido a esa inmigración, alimentarán el Catalanismo como signo de una ¨identidad¨ que - sobre todo en la burguesía; no olvidemos que el uso de la lengua catalana como rasgo diferenciador se produce en las élites - abonándola podría lograr más ventajas, por supuesto económicas. Es por estos tiempos cuando se empieza a escuchar la palabra "autonomía" y Pompeu Fabra emprende la ardua tarea de "construir" una lengua unificadora precisamente sobre la usada por esas élites.
Bajo Alfonso XIII se busca- más por el Centro que por Cataluña - sosegar los enojos; pienso en Maura, aceptando parte de los deseos autonomistas, pero las revueltas obreras y el pistolerismo, tanto patronal como proletario, y ya estamos en 1909, anularían buenas voluntades.
En fin, el resto de la Historia es suficientemente conocido: La aberración de la Segunda República y en ella la inmensa traición de Cataluña arrastrada por indeseables como Maciá - ¨¡ Estat català!¡Ja som lliures!¨-, Lluis Companys - ¨¡Ja està fet!" - y otros energúmenos de dudosa inteligencia; la espantosa Guerra Civil a que los Socialistas, ya desde 1934, condujeron a los españoles; el hedor rancio, inciensado, sórdido del Franquismo; y, para terminar, nuestra flamante Democracia. Y es ahora, en estos últimos años, cuando ya no sería ¨natural¨, un nuevo Nacionalismo - yo no creo que sentido por la mayoría del pueblo catalán, sino engendrado artificialmente ¡y apoyado y sostenido y estimulado por el gobierno Central! - lleva al paroxismo cuanto puede separar a Cataluña del resto de la nación, y aúpa de voceros a unos desaforados que convierten el invento en identidad nacional - bien pertrechados,por supuesto, con el dinero público puesto al servicio de la discriminación positiva y la abyección de la Inmersión Lingüística, entre otras infames decisiones - y que ahora se desgañitan con exigencias de Secesión.
No quiero cansaros más. Sin duda me he excedido, sobre todo teniendo en cuenta que esto es un blog. Pero que lo sea permite una rápida y mayor difusión de mis acaso torpes y puede que enmendables - ya se encargarán de esta tarea mis amigos de Barcelona, y muy especialmente me gustaría conocer la opinión de mis queridos Carme Riera, Carles Duarte, Pedro Gimferrer y Alejo Vidal Quadras - conjeturas.
Perdonad por el tiempo que os haya ocupado.
Con el más entrañable abrazo.
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Estoy de acuerdo con usted en casi todo excepto en la grave imprecisión histórica que comete debido a que hace referencia al "reino CatalanoAragonés", el cuál nunca existió. Ese es un término relativamente actual que surge con la "reinaixença" y que tiene matices "nacionalistas" para referirse al Reino de Aragón, término que se aplica en la historografía actual, aunque también seria correcto referirse a la "Corona d'Aragó" o inclusive "Casal d'Aragó". Un saludo, ¡siempre es un placer leerle!
ResponderEliminarQuerido amigo lleva usted razón sobre la Corona de Aragón. Yo he usado la otra tardía referencia por estimar lo que en ese reino significan lo que pudiéramos llamar " los catalanes", que es mucho. Pero acepto su criterio. Cordialmente.
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