Sólo quiero dejaros una frase de mi maestro Thomas Szasz para que le deis unas cuantas vueltas en vuestro pensamiento.
¿Por qué el Poder-cualquier Poder-no duda en apretar cada vez más el garrote "vil" contra nuestra Libertad y cada vez más lo toleramos incluso con complacencia?
Szasz dice que "con más derechos inútiles de voto" el Poder compra estafandonos "nuestros derechos personales a lo que verdaderamente es nuestra Libertad".
Querido José María, con la venia, apuntaré algunas consideraciones:
ResponderEliminarEn primer lugar, pienso en que milenios de sumisión al monoteísmo nos tienen bien entrenados en la aceptación del dolor y la humillación, inclusive en la creencia de que éstos santifican; costumbre secular que dificulta grandemente desembarazarse de las garras de la indolencia y el miedo.
El hecho de que, para muchos, Papá Estado haya sustituido a Dios Padre en sus labores, no ha supuesto sin embargo alteración alguna en la actitud que frente a Él se adopta, en la fe de que ha de ser Él quien provea y no uno quien se responsabilice de su libertad, la cual, por lo visto, absurdamente, parece depender siempre de instancias externas, (valga el inciso, uno se devana los sesos pensando qué extraña libertad será esa).
Dicho esto sin afán exhaustivo -otros muchos motivos hay y habrá-, no me resisto a añadir que, por mi parte, lo único que me detiene es la intuición de que, llegados a este grado infame de dominación y obediencia, el único cambio en el status quo que cabe esperar, -dado que la Administración mantiene al poder judicial en situación de dependencia y menesterosidad y el deseable cambio en las conciencias parece claro que no lo verán ni nuestros tataranietos-, tal vez sólo sea posible mediante el recurso a la violencia, extremo que, no obstante, demasiadas veces se ha demostrado por completo inútil, tan tentador como contraproducente a fin de cuentas.
Así las cosas, uno recuerda con melancolía a Epicuro: "Libérate, hombre libre, de la cárcel que es la política", y columbra que acaso Nietzsche ayudase a enveredar por tan insólito camino. Si bien inmediatamente advierte que los umbrales de dicha senda se hallan bajo la estricta vigilancia de funcionarios del estado terapéutico a los que, con Szasz, por desgracia, amén de la titulación académica, únicamente les une el odio.
Los pensamientos de Szasz aguijonean de tal forma que aún diría más. Pero ya me extendí demasiado (y acaso demasiado intempestivamente), así que pido disculpas por ello y aquí lo dejo. Un abrazo.